Todos queremos ser el instrumento de lo divino. Lo decimos, a veces incluso lo cantamos maravillosamente. Sin embargo, cuando llega el momento de ser ese instrumento perfecto, ¿aceptamos felizmente?
Porque cuando el alma utiliza el cuerpo queremos quejarnos o criticar o ser duros con nosotros mismos. Surgen todos los porqués. Como, ¿por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tengo que hacer eso? ¿Por qué tiene que ocurrir esto de esta manera? ¿No podía ayudar de otra manera? ¿Por qué siento esto o aquello? etc. Es como si quisiéramos ser el instrumento de la divinidad, pero queremos determinar cómo la divinidad debe utilizarnos.
Quiero compartir que el otro día estaba en una reunión de ZOOM de la EU y de repente me sentí obligado a levantar mi mano virtual y hablar. Para los que me conocen, saben que no me gusta hablar en multitudes, cuando estoy en una sala prefiero mezclarme con las cortinas. Pero en ese mismo momento sentí que tenía que compartir. Después de la reunión de ZOOM surgieron todos los porqués y pasé un tiempo haciendo la técnica de limpieza para dejar ir lo que me molestaba. Decidí enviar un mensaje a mi instructora de la EU y pedirle su orientación. Ella me respondió que todos decimos que queremos ser el instrumento de lo divino pero cuando nuestra alma usa nuestro cuerpo queremos juzgar en vez de aceptar felizmente. Ya había escuchado esas palabras pero nunca las había entendido realmente, no captaba el significado. Reflexioné sobre esto durante un tiempo y le pregunté a mi alma qué era lo que me molestaba el otro día. La respuesta que me llegó después fue que sigo ocupada conmigo misma. Por lo tanto, todavía estoy entreteniendo el ego, el egoísmo, es esta energía mental prestada que nos impide desarrollar nuestra capacidad de ayudar a la humanidad. Tengo que dejar de lado los porqués y aceptar felizmente las cosas como vienen.
Ayer, durante mi pausa para comer, decidí inesperadamente conducir para ir a meditar frente a la antena porque simplemente sentí que debía hacerlo. Y acepté felizmente sin cuestionar después los porqués. Simplemente hice lo que sentía que tenía que hacer aunque significara que llegaría un poco tarde al trabajo. En cuanto llegué al trabajo y abrí la puerta del edificio supe por qué tenía que ir a hacer la meditación antes. Me alegro de haber escuchado a mi alma.
Nuestro querido maestro dijo que para ayudar a los demás, tenemos que olvidarnos de nosotros mismos. Soy más consciente de esto y le pido a mi alma que me ayude a ser más diligente para poder ser el instrumento perfecto. Si sabemos quiénes somos realmente, y entendemos el impacto que podemos y estamos haciendo en el mundo, entonces ciertamente no habrá nada que no podamos hacer. Así que no hay necesidad de quedarse con la duda. Cuando estamos haciendo la misión de nuestra vida, es decir, estamos haciendo lo que vinimos a hacer a la tierra, entonces tendremos la fuerza espiritual dentro de nosotros para convertirnos en el instrumento perfecto de lo divino. Así que escuchemos a nuestra alma y aceptemos felizmente. En todo lo que hagamos, hagámoslo en beneficio e interés del conjunto.
Olvidémonos de nosotros mismos, al hacerlo podemos marcar verdaderamente la diferencia en el mundo.